Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, al glorioso Padre, que les conceda el don espiritual de la sabiduría y se manifieste a ustedes, para que puedan conocerlo verdaderamente. Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo…
Efesios 1:17-18
El día antes de que una líder de nuestra diócesis cruzara un umbral importante en su ministerio, le pregunté quién estaría con ella en espíritu. Sus ojos brillaron mientras me contaba sobre una sacerdotisa que había creído en ella cuando era muy joven y otra que había sido una luz guía a lo largo de su vida. “Sus espíritus estarán conmigo mañana”, dijo, y no tuve duda de que habría gran regocijo entre los santos en la luz.
Le conté que a veces tengo la misma experiencia con mi madre, quien estará entre aquellas por quienes oraré en el Domingo de Todos los Santos. Cuando menos lo espero, algo que ella solía decir viene a mi mente, como una suave exhortación o palabra de ánimo. Aún más poderosos son los momentos en que siento que está tan cerca como lo permite el velo entre esta vida y la próxima.
Sobre esta misteriosa conexión que podemos sentir con quienes han muerto, el maravilloso autor y ministro presbiteriano Frederick Buechner escribió una vez:
Quién sabe lo que significa “la comunión de los santos”, pero sin duda significa más que ser perseguidos por fantasmas, porque no son fantasmas estas personas que conocimos alguna vez, sino santos en el sentido de que, a través de ellos, algo del poder y la riqueza misma de la vida no solo nos tocó una vez hace mucho tiempo, sino que continúa tocándonos.1
Esos momentos nos aseguran que existe otro reino que nos espera a todos. La gran naturalista Jane Goodall, cuya vida celebraremos en la Catedral Nacional de Washington el 12 de noviembre, relató una experiencia poco después de la muerte de su esposo, cuando él se le apareció.
Me desperté en la noche —estaba sola en mi casa en Gombe—. Derek estaba allí. Me decía cosas maravillosas. Que todo estaba bien. Desapareció. Quise recordar lo que me había dicho y, mientras lo intentaba, sentí como si me desmayara, un rugido en mis oídos. Cuando se fue, deseaba desesperadamente recordar sus palabras—el rugido volvió a empezar. Después de eso no pude recordar nada.2
En una conversación de pódcast con el Deán Randy Hollerith poco antes de morir, Jane Goodall le dijo que, basándose en ese encuentro y otras experiencias, estaba absolutamente segura de que la muerte no es el final. “¿Qué viene después?”, dijo. “No lo sé, pero algo. Y creo que será una gran aventura descubrir qué es ese algo.”3
Aún más, esos fugaces e impredecibles momentos de conexión con quienes han muerto nos aseguran que nuestras vidas importan. El poeta David Whyte escribe:
No eres
un huésped atribulado
en esta tierra,
no eres
un accidente
entre otros accidentes.
Fuiste invitado
desde otra noche, más grande,
que aquella
de la cual
acabas de surgir.4
En preparación para el servicio conmemorativo de la Dra. Goodall, he estado leyendo El Libro de la Esperanza: Una Guía de Supervivencia para Tiempos Difíciles, que escribió, a los 89 años, junto con Douglas Adams. Casi cada página es un testimonio de su convicción de que cada uno de nosotros tiene el potencial de hacer una diferencia duradera para el bienestar del planeta, del cual dependen todas nuestras vidas.
Aún más conmovedor, sin embargo, es el mensaje que nos dejó para recibir después de su muerte.
En este fin de semana de Todos los Santos, les invito a escuchar sus palabras, pronunciadas directamente para todos nosotros: Nuestras vidas importan.
1Frederick Buechner. “The Communion of Saints.” In The Magnificent Defeat. (New York: Harper & Row,) 1966.
2Quoted in Witness to Belief: Conversations on Faith and Meaning by Russell J. Levenson, Jr.
3Crossroads, The Cathedral Podcast, “Dr. Jane Goodall on Faith, Curiosity, and a Passion for Learning.
4“What to Remember When Waking,” by David Whyte in River Flow: New and Selected Poems (Langley, WA: Many Rivers Press, 2007), 352.
