Pero interroga a los animales, y ellos te darán una lección; pregunta a las aves del cielo, y ellas te lo contarán; habla con la tierra, y ella te enseñará; con los peces del mar, y te lo harán saber. ¿Quién de todos ellos no sabe que la mano del Señor ha hecho todo esto? En sus manos está la vida de todo ser vivo, y el hálito que anima a todo ser humano.
Job 12:7-10a
Esta semana, líderes mundiales, científicos y organizaciones no gubernamentales se reúnen en Glasgow para la 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, o COP26. Cada día escuchamos apasionados llamados a una estrategia global para evitar las consecuencias catastróficas de un planeta en calentamiento.
Los efectos del cambio climático no están en el futuro lejano ni en tierras lejanas. En los Estados Unidos, estamos experimentando inundaciones históricas, olas de calor, incendios y sequías. En nuestra región estamos experimentando veranos más calurosos, inviernos más fríos y daños en las inundaciones costeras. Este verano uno de cada tres estadounidenses experimentó un desastre climático.
En mi último artículo, escribí acerca de nuestra meta estratégica diocesana para 2022 de cultivar la tierra de nuestra diócesis para que podamos establecer por lo menos tres nuevas comunidades de adoración con un enfoque primario en las generaciones crecientes. Escribo aquí de nuestra segunda nueva iniciativa para el 2022, parte de nuestro plan estratégico original, pero uno que aún no le hemos dedicado un esfuerzo colectivo: Promoveremos las prácticas de cuidado de la creación en todas las comunidades de fe.
Nuestra primera tarea será reunir a nuestros líderes más apasionados para ayudarnos a formar una red diocesana de Cuidado de la Creación. Guiados por estos líderes, estableceremos metas anuales para nuestras congregaciones y hogares junto con estrategias de implementación para lograrlas.
Tengo gran confianza en nuestra capacidad para alcanzar esta meta en 2022, dado el número de congregaciones activamente comprometidas a reducir su huella global y otras prácticas de cuidado de la creación. Por ejemplo, esto es lo que dos de nuestras congregaciones ya están haciendo: St. James’, Potomac tiene un ministerio dedicado para promover prácticas de cuidado de la creación basadas en el hogar y reducir su huella de carbono en general. San Mateo en Hyattsville, nuestra congregación de habla hispana más grande ha comenzado una iniciativa para dejar de servir agua en botellas de un solo uso.
Hazel Monae, Misionera de EDOW para la Equidad y la Justicia, nos recuerda que las iniciativas de Cuidado de la Creación son una parte integral de nuestro compromiso principal con la justicia racial, dada la forma en que las personas de color soportan el impacto desproporcionado del cambio climático y otros desastres ambientales. Además, es una forma de trabajar solidariamente con los pueblos indígenas de nuestras tierras, para quienes el cuidado de la creación es un valor primordial.
También es parte de nuestro legado a nuestros hijos y nietos, aquellos a quienes estamos dedicando nuestros esfuerzos para la revitalización de la iglesia y el establecimiento de nuevas comunidades de adoración. ¿Qué valor tendrán nuestras iglesias para las nuevas generaciones si no nos preocupamos por la tierra, nuestro hogar en la isla?
Muchos en nuestra diócesis ya están comprometidos en el trabajo del Cuidado de la Creación. Si usted está entre ellos y siente un llamado para ayudarnos a expandir y amplificar sus esfuerzos, por favor envíeme un correo electrónico. Queremos convocar a líderes antes que termine el 2021 para lanzar oficialmente nuestra iniciativa colectiva en la Convención Diocesana en enero de 2022.
* Podemos estar orgullosos de que la Iglesia Episcopal esté bien representada en COP26, así como en la Comunión Anglicana más amplia. Puede seguir a nuestros líderes en Twitter y en el Servicio de Noticias Anglicana