Deteniendo la aflicción

by | Mar 10, 2022

Vasija de Bendiciones para Momentos Significativos

 

Nosotros no tenemos esperanza por hablar sobre la esperanza. Tenemos esperanza al entrar a la oscuridad y esperar por la luz.
Mark Yaconelli

Como parte de mi visita a las parroquias cada domingo, me reúno con miembros de las juntas parroquiales. Generalmente nos enfocamos en el ministerio de la congregación y lo que les da alegría, así como las preocupaciones que quieran compartir. Me encantan esas conversaciones y frecuentemente me siento humilde por las historias que escucho.

El pasado domingo traje conmigo a la visita una Vasija de Bendiciones para Momentos Significativos, una herramienta simple que anima a la reflexión personal. La vasija contiene pequeñas piedras, cada una de las cuales simboliza una experiencia particular, como una ocasión de gratitud, un tiempo en que estamos al máximo, o un momento en que estamos mal, una pregunta o una aventura, un momento sagrado, un final o un comienzo, o un tiempo de aflicción.

Yo comencé compartiendo que una mujer joven a quien yo había bautizado y que conocía de niña murió inesperadamente la semana pasada y cómo yo estaba acompañando la aflicción profunda de su familia y amigos. Yo no tenía planes de hablar sobre ella, ni centrar nuestra conversación en el tema de la aflicción. Pero otros hablaron bastante sobre la pérdida de un familiar, los efectos de una enfermedad prolongada y las preocupaciones que les quitan el sueño.

Algunos compartieron momentos de gratitud e incluso de aventura. Sabemos que la aflicción revolotea sobre todos nosotros, a veces no sobre nosotros mismos, pero sí sobre personas cercanas. Ciertamente ahora estamos experimentando al ver otra nación involucrada en una guerra. Después de parte de la conversación, el rector me dijo que él no sabía de la profundidad del pesar que muchos estaban cargando. Coincidimos que rara vez sabemos las cargas que otros llevan, incluso en personas cercanas.

Todos estamos circundados de aflicción. A veces nos toca personalmente, a veces somos testigos. “La aflicción está tan entretejida en nuestras vidas, de nuestras almas, que cada experiencia es teñida de su color”, escribe el poeta Christian Wiman.1

¿Qué debemos hacer con ese dolor?

Si estás en la iglesia el domingo, escucharás una historia del peregrinaje de Jesús de Galilea a Jerusalén. En un lugar de descanso cerca de su destino, un grupo de fariseos le advierten que regrese, porque el rey Herodes lo quiere matar. Jesús no les hace caso.

Pero entonces, algo sucede que nos da una muestra del corazón de Jesús. Él eleva su voz diciendo: “Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos bajo las alas, pero ustedes no quisieron! (Lucas 13:31-35)

Este es el lamento de Jesús por el pueblo que él ama, y también por sí mismo. A Jesús no le sorprende o no parece molestarle que las autoridades religiosas y políticas sean hostiles consigo. Pero imaginen su dolor por el rechazo y la indiferencia de parte de aquellos que él había prometido sanar y salvar.

¿Qué hizo Jesús con su aflicción?

Primero, se permitió sentirla, y lamentarse en voz alta. Él se ofreció a sí mismo la misma compasión que le dio gratuitamente a otros, y honró su propio dolor.

Entonces, después de llorar, Jesús se levanta y continúa su camino. Él sabe lo que sucederá si continúa su viaje a Jerusalén, pero él continúa su camino de cualquier forma. Él sabe que aunque Herodes será el que lo sentenciará a muerte, las personas que él ama también tendrán responsabilidad en su futuro. Pero él los ama de cualquier forma.

Todos necesitamos tiempo y espacio para afligirnos, y para estar ahí para otros en su aflicción. En su camino a Jerusalén, Jesús tomó el tiempo que él necesitaba. Con seguridad ustedes y yo necesitamos hacer lo mismo, por nosotros mismos y por quienes están sufriendo ahora. Entonces, por gracia nos levantaremos y continuaremos nuestro camino.

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1Traducción de una cita de The Gift of Hard Things: Finding Grace in Unexpected Places, por Mark Yaconelli (Downers Grove, IL, 2016) 95.