Inclinándose hacia las posibilidades

by | Jun 16, 2022

Este mandamiento que hoy les doy no es demasiado difícil para ustedes, ni está fuera de su alcance. No está en el cielo, para que se diga: “¿Quién puede subir al cielo por nosotros, para que nos lo traiga y nos lo dé a conocer, y lo pongamos en práctica?”. . . Al contrario, el mandamiento está muy cerca de ustedes; está en sus labios y en su pensamiento, para que puedan cumplirlo.
Deuteronomio 30:11-14

El domingo, en camino a la iglesia, escuché el final de una conversación entre Krista Tippett, presentadora del programa de radio On Being (Siendo), y alguien de quien nunca había oído hablar, pero que ahora ha pasado a encabezar mi lista de lecturas/podcasts: Ayana Elizabeth Johnson.

Johnson es una joven bióloga marina dedicada a abordar nuestras crisis climáticas desde el doble punto de vista de la evaluación honesta y la creencia de que no todo está perdido. Es la editora de una antología titulada All We Can Save: Truth, Courage, and Solutions for the Climate Crisis (Todo lo que podemos salvar: Verdad, coraje y soluciones para la crisis climática); cocreadora del podcast How to Save a Planet (Cómo salvar un planeta) y cofundadora del All We Can Save Project (Todo lo que podemos salvar). Ahora está trabajando en un manuscrito cuyo título provisional es What If We Get It Right? (¿Y si lo hacemos bien?)

Por el sonido de estos títulos, se podría suponer que Johnson es una persona naturalmente esperanzada, pero se describe a sí misma como una persona atraída por las soluciones y por hacer las cosas. “No soy fanática de la esperanza como principio rector, porque supone que el resultado será bueno, lo cual no es un hecho”, dijo. “Pero estoy completamente enamorada de la cantidad de posibilidades que están disponibles para nosotros”.

Mi corazón dio un salto cuando Johnson habló de la posibilidad de que hagamos las cosas bien, de que ya tenemos gran parte de lo que necesitamos para abordar el cambio climático y otros problemas medioambientales. “Sólo tenemos que hacerlo”, dijo.

Me pregunté: “¿En cuántas otras áreas de la vida es también cierto que ya tenemos las soluciones que necesitamos al alcance de la mano?”

El Grupo de Trabajo Diocesano para el Cuidado de la Creación está terminando su tarea inicial de hacer un balance de las muchas maneras en que nuestras congregaciones están trabajando para reducir los residuos, disminuir su dependencia de los combustibles fósiles y cuidar el mundo natural. Pronto publicaremos su informe como base para nuestros esfuerzos colectivos en el futuro.

Alerta de revelación: los esfuerzos locales son inspiradores.

Lo mismo ocurre en otros ámbitos. Hay personas entre nosotros que se dedican activamente a la equidad racial, al apoyo a los refugiados, a la inseguridad alimentaria y a la prevención de la violencia armada. Tenemos líderes apasionadamente comprometidos con la vitalidad de la congregación, con la participación de las nuevas generaciones y con animar a cada uno de nosotros a dar nuestro siguiente paso fiel en el camino de seguir a Jesús. Es inspirador estar cerca de ellos, porque ellos mismos están inspirados y motivados por el amor.

Mi oración para este verano es que todos nosotros volvamos a conectarnos con nuestras fuentes de descanso e inspiración: las personas, los lugares y las experiencias a través de las cuales Dios puede alimentar nuestras almas y animarnos a vivir con valor y amor. Porque, como insiste Ayana Elizabeth Johnson, el amor y la creencia en lo posible son lo que motiva el cambio con mucha más eficacia que la desesperación y el cinismo.

El rechazo de Johnson a una esperanza simplista basada en ilusiones está, de hecho, muy cerca de la comprensión cristiana de lo que es la esperanza: la capacidad de enfrentarse a la realidad, por difícil que sea, y seguir buscando el bien que sea posible. Como personas de fe, nos atrevemos a confiar en que Dios está actuando en medio de las realidades más desafiantes de nuestras vidas, y que por gracia y aceptación, nos unimos a Dios en la santa obra de transformar el mundo.

“Este es un momento que requiere muchos líderes”, dijo Johnson, “porque lo que necesitamos es una transformación en cada comunidad, en cada sector de la economía, en cada ecosistema, con los cientos de soluciones que tenemos. . . Se trata de cómo construir un futuro en el que queramos vivir, en el que haya un lugar para nosotros y para la gente y las cosas que amamos”.

¿No sería maravilloso que la Diócesis de Washington fuera conocida en todo el mundo por la forma en que vivimos la posibilidad de la esperanza realizada? Tal vez estemos en camino.

¿Y si, por gracia y perseverancia, hiciéramos bien las cosas más importantes?