¿Dónde te encuentras en el arco de tu vida?

by | Sep 7, 2023

¡Enséñanos a contar bien nuestros días, para que en el corazón acumulemos sabiduría!
Sal. 90:12

Group shot of Bishop Mariann and attendees of the Practicing Discernment event

He pasado parte de estos primeros días de septiembre preparándome para dirigirme a una reunión de jóvenes adultos de EDOW sobre el tema “Practicar el discernimiento: Una conversación sobre la vida y la fe”. Qué regalo, a medida que el ritmo de vida se acelera, reflexionar sobre cómo tomamos las decisiones verdaderamente importantes en la vida, por no hablar de la miríada de pequeñas decisiones que establecen hábitos y dan forma a nuestro carácter.

Discernimiento es una palabra con connotaciones religiosas y, sin embargo, tiene un amplio uso secular, pues significa sencillamente “capacidad de juzgar bien” o, más intuitivamente, “capacidad de percibir, comprender y juzgar las cosas con claridad, especialmente las que no son obvias o sencillas”.

Las dimensiones espirituales del discernimiento entran en juego cuando buscamos la guía divina al esforzarnos por percibir cosas que no son obvias o directas y, más concretamente para las personas de fe, por actuar de acuerdo con la voluntad de Dios cuando nos enfrentamos a decisiones grandes o pequeñas. “Venga a nosotros tu reino”, decimos siempre que oramos como Jesús nos enseñó, “hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”.

El discernimiento adquiere urgencia cuando nos enfrentamos a una decisión concreta con consecuencias de peso y no estamos seguros de cómo proceder. Entonces estamos orando todo el tiempo, sin darnos cuenta o no, como describe acertadamente el apóstol Pablo, “a través de gemidos imposibles de expresar con palabras”. (Rom. 8:26)

Mi definición favorita de discernimiento procede de Urban T. Holmes, sacerdote episcopal y teólogo del siglo XX:

La capacidad de intuir la voluntad de Dios al someter al juicio del yo más profundo una cuestión concreta a la que se enfrenta el cristiano en una situación determinada.1

El “yo profundo” es ese lugar dentro de nosotros donde habita el Espíritu de Dios, y, nos asegura también Pablo, está orando en nuestro favor. Piénsalo: El Espíritu de Dios orando con nuestro espíritu mientras luchamos con las preguntas que se nos plantean.

“El resultado del discernimiento,” escribe Holmes, “será una voluntad de arriesgar decisiones y emprender acciones cuya certeza es, en el mejor de los casos, enigmática”. En otras palabras, una vez que hemos llegado a una decisión discernida, tenemos mayor capacidad para actuar frente a la incertidumbre y la voluntad de fracasar al servicio de lo que más importa.

Un punto de partida útil cuando nos enfrentamos a una decisión importante o intentamos elegir sabiamente es situarnos en el arco de nuestras vidas, o en algún aspecto de la vida. Cuando tenemos veinte años, por ejemplo, estamos en un lugar muy diferente del que estábamos cuando éramos adolescentes, o del que estaremos cuando tengamos cuarenta o cincuenta. Cuando estamos en las primeras etapas de una relación o de una carrera profesional, las tareas y posibilidades son únicas en ese momento. Lo mismo ocurre cuando estamos en la mitad de un arco o nos sentimos al final del mismo. Aunque algunos de nosotros desearíamos estar en otro lugar, siempre es una buena idea empezar donde estamos.

Por eso, cuando hable con los jóvenes esta semana, les pediré que hagan balance de dónde están ahora: en su trabajo y en su sentido de la vocación, en sus relaciones (o en su anhelo de tener una) y en la realización de cualquier esperanza que Dios haya puesto en sus corazones. Como dijo una vez la psicóloga y escritora Mary Pipher a su sobrina que se había perdido: “No puedes ir de allí a aquí si no sabes dónde estás”.2

También les pediré que identifiquen las limitaciones de su vida actual–las realidades que no pueden ignorar–y las oportunidades que sienten que les están llamando. Y, lo que es igual de importante, les preguntaré qué les da alegría.

A continuación, una vez que han mencionado dónde se encuentran en este momento ya que tienen una pregunta particular ante Dios y a lo más profundo de su ser, los invitare a escuchar lo que se les venga a la mente. ¿Es este el momento de hacer un cambio, o de quedarse donde están; de iniciar o continuar un camino hacia una meta que lleva años desarrollándose, o de atender a lo que la vida les pide en este momento; de aceptar lo que no pueden cambiar o de esforzarse por superar los obstáculos que tienen ante sí?

Rara vez se nos dan respuestas rápidas a tales preguntas, pues el discernimiento lleva tiempo. Pero cuando nos ubicamos, lo mejor que podemos, donde estamos ahora, minimizamos las consecuencias de uno de los grandes errores de la vida, que es intentar adelantarnos o aferrarnos a lo que ya no es posible o a una fase de la vida que, de hecho, ha terminado. Entonces, al poner las preguntas que enfrentamos ante Dios en oración y buscamos la guía divina que resuena en lo más profundo de nuestro ser, podemos estar seguros de que, sin importar el resultado, estamos dando el siguiente paso fiel.

Que Dios nos dé la gracia de vivir plenamente donde estamos ahora y guíe nuestro discernimiento, este septiembre y siempre.

1Urban T. Holmes, Spirituality for Ministry (Cambridge: Harper & Row 1982), 152.
2Mary Pipher, Women Rowing North (Nueva York: Bloomsbury Publishing, 2019), 99