Sostennos, Señor, en tu Espíritu Santo. Danos corazones inquisitivos y perspicaces, valor para querer y perseverar, espíritu para conocerte y amarte, y el don de la alegría y el asombro ante todas tus obras.
El Libro de Oración Común
¿A dónde nos dirigimos en tiempos de cambio y gran incertidumbre en busca de refugio, sabiduría y fuerza?
Permítanme sugerirles amablemente que éste es un buen momento para llegar a la iglesia. No te sorprendas cuando otros aparezcan también, buscando, en palabras de Anne Lamott, “lo que hemos encontrado en el mundo, es decir, un camino y un poco de luz para ver”. ¿Cómo podríamos compartir con los demás lo que nosotros mismos necesitamos?
Lamott escribe:
La mayoría de las personas que conozco que tienen lo que yo quiero–es decir, propósito, corazón, equilibrio, gratitud, alegría–son personas con un profundo sentido de la espiritualidad. Son personas en comunidad, que oran o practican su fe…personas que se unen para trabajar por sí mismas y por los derechos humanos. Siguen una luz más brillante que el resplandor de su propia vela; forman parte de algo hermoso…Cuando estaba al final de mi cuerda, la gente de mi iglesia me hizo un nudo y me ayudó a sujetarme.1
El domingo pasado, la Catedral Nacional de Washington dio la bienvenida a nuestro nuevo Obispo Presidente, el Rvdsmo. Sean Rowe. En su sermón, nos recordó lo importante que somos los unos para los otros.
Necesitamos a nuestra comunidad cristiana, semana tras semana. Para recordar quiénes somos necesitamos escuchar la historia de ancianos como Simeón y Ana. Necesitamos saludar con un signo de paz a quienes votaron por el candidato que no podíamos tolerar. Y estar en la fila de la comunión junto a personas que no viven como nosotros, ni se parecen a nosotros, ni siquiera aman como nosotros. Encontramos el rostro de Cristo en los más vulnerables de nuestras comunidades.2
Mientras hablaba, me di cuenta de que todos somos vulnerables. La comunidad cristiana es un lugar al que podemos acudir para sacar del pozo la gracia de la que dependen nuestras vidas, y recordar que el espíritu de Cristo habita en todos nosotros.
Esta semana he dedicado tiempo a las palabras que pronunciamos cada vez que renovamos las promesas hechas en nuestro bautismo.3 Comenzamos con una versión de llamada y respuesta del Credo de los Apóstoles.
¿Crees en Dios Padre?
¿Crees en Jesucristo, el Hijo de Dios?
¿Crees en Dios el Espíritu Santo?
La palabra “creer” en este contexto no se refiere a una afirmación intelectual de lo que insistimos es verdad a pesar de las pruebas en contrario, o nuestra opinión sobre la existencia de Dios. Más bien es una afirmación de dónde elegimos depositar nuestra confianza.
Como observa Rowan Williams en Tokens of Trust: An Introduction to the Christian Faith (Signos de Confianza: Una Introducción a la fe cristiana), “La pregunta “¿Crees en Dios?” no es lo mismo que preguntar “¿Crees en fantasmas o en ovnis?”. Pues tales creencias no cambian nada en realidad. Por el contrario, Rowan sugiere que lo que decimos que creemos sobre Dios puede marcar una diferencia real “en cómo se siente el mundo y cómo nos sentimos nosotros”.4 En Dios podemos refugiarnos, encontrar tierra firme y una sensación de hogar.
En mis momentos de vulnerabilidad, necesito recordar dónde me refugio. Le pido a Dios que me ayude a apoyarme en Cristo en medio de todo lo que escapa a mi control. Oro lo mismo por los que amo, para que pongan su confianza en Cristo cuando se enfrentan a situaciones de las que yo no puedo librarles y encuentren consuelo en la comunidad. Oro lo mismo por ustedes, amados de esta diócesis, para que en todo lo que sus vidas requieren de ustedes ahora puedan encontrar refugio en Dios y los unos en los otros.
La segunda mitad del pacto bautismal consiste en una serie de preguntas que hablan de nuestra intención: cómo decidimos vivir nuestra vida a la luz del amor de Dios, que se nos reveló en Jesús. La primera, y posiblemente la más importante, tiene que ver con nuestra pertenencia.
¿Continuarás en la enseñanza y comunión de los apóstol, en la fracción del pan y en las oraciones?
Se trata de presentarse con y para el otro en la adoración, de recordar las enseñanzas que podemos olvidar tan fácilmente, de experimentar la presencia de Cristo en los sacramentos y los unos en los otros, y de orar juntos por los otros y por el mundo por el cual Cristo vivió y murió. No estamos destinados a caminar el camino cristiano solos.
Mi parte favorita de la liturgia del bautismo es la oración que ofrecemos por los recién bautizados, que he citado antes y repito aquí. Que sea nuestra oración por los demás.
Sostennos, Señor, en tu Espíritu Santo. Danos corazones inquisitivos y perspicaces, valor para querer y perseverar, espíritu para conocerte y amarte, y el don de la alegría y el asombro ante todas tus obras. Amén.
Nos vemos en la iglesia.
1Anne Lamott en Traveling Mercies: Some Thoughts on Faith (Nueva York: Random House, 1999) 99.
2Sermón del Obispo Presidente Sean Rowe en Nacional de Washington
3“Santo Bautismo”, Libro de Oración Común, 224.
4Rowan Williams, Tokens of Trust: An Introduction to the Christian Faith (Louisville: Westminster Press, 2007), 6.