Al hacer la transición del verano al otoño, me encuentro rezando con mayor intención las palabras que recitamos casi todos los domingos en el culto:
Dios omnipotente, para quien todos los corazones están manifiestos,
todos los deseos son conocidos
y ningún secreto se halla encubierto
(Libro de Oración Común)
Además, he tomado como regla de vida unas palabras del profeta Miqueas que Jesús vivió claramente:
Se te ha hecho conocer lo que está bien,
lo que el Señor exige de ti, ser mortal:
tan sólo respetar el derecho,
practicar con amor la misericordia
y caminar humildemente con tu Dios.
(Miqueas 6:8)
En medio del ritmo acelerado y de las muchas tareas del comienzo del otoño, la primera oración me ayuda a recordar que Dios ve y conoce no sólo mi exterior, sino también mi vida interior, llena de esperanzas y contradicciones, de dones y pecados, de fuerza y vulnerabilidad. Me ayuda a recordar que cada uno de nosotros tiene esa vida por debajo y más allá de nuestros personajes públicos y de los papeles que desempeñamos en la vida de los demás.
Las palabras de Miqueas están en el centro de un esfuerzo nacional entre los cristianos durante la próxima temporada electoral para promover una forma de participar en importantes asuntos de justicia en el ámbito público con claridad, amabilidad y humildad adecuada. Se llama La Campaña Sé, y les invito a considerar su participación en las próximas semanas, como individuos y comunidades de fe. Únanse a la Promesa de ser Justos, Amables y Humildes.
Esto es más que una iniciativa de ministerio público para mí. Está en el corazón de mi relación con Jesús y es el principio que guía mi vida. En todo lo que hago y digo, desde el momento en que me levanto por la mañana hasta que me acuesto por la noche, pido la gracia de hacer caso a las palabras de Miqueas. ¿Qué puedo hacer cada día para ser justa, amable y humilde? ¿Qué debo dejar de hacer -y decir- que no esté a la altura de estos tres imperativos?
En su libro El Amor es el Camino, el Obispo Presidente Michael Curry escribe sobre este enfoque como “estar de pie y de rodillas al mismo tiempo”. En otras palabras, nos anima a mantenernos firmes en la verdad tal y como la entendemos y en las convicciones de justicia que el Evangelio de Jesús ordena, mientras que al mismo tiempo nos arrodillamos con humildad ante la dignidad de cada ser humano, especialmente de aquellos con los que luchamos o estamos en desacuerdo.
Permítanme dejar claro que este enfoque no significa que evitemos las cuestiones difíciles en nuestras relaciones personales o el duro y a menudo divisivo trabajo de la justicia. Más bien, como seguidores de Jesús, nos dedicamos a esta tarea con un compromiso sacrificado, amabilidad y humildad, virtudes que faltan en casi todos los ámbitos de la vida.
Sin duda, tenemos mucho que hacer en los próximos días y semanas, como individuos, como comunidades religiosas y como nación. Al retomar nuestro trabajo, oro para que sientan y conozcan el amor de Dios por ustedes, Aquel a quien su corazón está abierto, todos los deseos son conocidos, y ningún secreto se halla encubierto. Y que juntos, por la gracia, podamos dar nuestro justo, amable y humilde testimonio de Jesús y de su camino de amor hacia todos.