Continuamente me pregunto si verdaderamente escucho la voz de Dios cuando le pido su guía, o si es mi propia imaginación diciéndome qué hacer. Oro a Dios para que me ayude a escuchar Su voz y comprender Su palabra, pero tengo miedo de distraerme y a veces tengo miedo de no escucharlo.¿Cómo sabes que estoy yendo en dirección a lo que Dios me está mostrando?
Por tres meses he guardado en mi corazón las preguntas sobre la fe que personas en la Diócesis de Washington me han enviado. Ha sido una gran bendición. He llegado a darme cuenta que la mejor respuesta a preguntas profundas sobre la vida no son una respuesta en sí, sino el cultivo de una práctica espiritual que nos abre a la presencia de Dios.
La pregunta de esta semana es particularmente apropiada para esta estación cristiana de la Epifanía – una palabra que significa “revelación”. Una epifanía es algo que viene a nosotros desde fuera y que resuena profundamente en nuestro interior. Hay una parte de nosotros que está siempre escuchando por esa conexión externa/interna, lo que el teólogo Howard Thurman llama “el sonido de lo genuino”.
Thurman le dijo a la clase que se graduaba en 1980 en Spelman College:
Hay algo en cada uno de ustedes que espera, que escucha el sonido de lo genuino en ustedes mismos, y si no pueden oírlo, nunca encontrarán lo que están buscando… si no pueden oír el sonido de lo genuino en ustedes, pasarán toda su vida conectados a hilos que otras personas manipulan.1
Cada año durante la Epifanía, leemos en la iglesias las historias bíblicas de cómo Jesús llamó a sus primeros discípulos. En una versión, al escuchar la voz de Jesús, cuatro jóvenes pescadores supieron inmediatamente que necesitaban dejar todo atrás y seguir a Jesús. Me recuerda el momento en West Side Story cuando Tony y Maria se vieron por primera vez, cada uno en un rincón del gimnasio de su escuela.
Quisiéramos tener ese tipo de epifanía, y a veces la tenemos. Pero esos momentos son raros, y aunque los experimentamos, tenemos también que considerar lo que significan. Por esto, no es posible escaparse de la necesidad de cultivar algún tipo de práctica espiritual que nos ayude tanto a escuchar como a reflexionar, a pensar más en las cosas.
Uno puede llamar esta práctica espiritual “oración”, pero es una oración con un propósito específico. Es una oración de discernimiento, el proceso que seguimos y que nos ayuda a escuchar lo que Dios tiene que decirnos en lo más profundo de nuestro ser, mientras estamos decidiendo cómo responder a lo que se nos presenta desde afuera.
Así que, ¿cómo hacemos ese proceso de escucha y reflexión?
Podemos hacer muchas cosas. Para algunos, este proceso es una práctica diaria de sentarse en tranquilidad y prestar atención a todo lo que viene a la mente. Para otros, reflexionar requiere movimiento, como una caminata o una carrera. También ayuda hablar con alguien que quiere lo mejor para ti. Pero al final, este es un proceso solitario, ya que es un camino que solo nosotros podemos recorrer.
Una práctica de reflexión probada con el tiempo es descrita maravillosamente en un pequeño libro titulado Sleeping With Bread 2(Durmiento con el Pan). El título del libro proviene de una historia sobre niños abandonados en un orfanato y que están muriendo de hambre durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando finalmente encontraron algo de comer, no podían confiar que habría más para luego, así comían sin parar hasta enfermarse. La solución de los que los cuidaban fue darles un trozo de pan al acostarse, para que pudieran dormir con la confianza de que habría comida para ellos en la mañana.
Inspirados por la imagen de los niños sosteniendo sus panes, los autores describen una práctica simple de aferrarnos a lo que nos da vida, especialmente en tiempos de incertidumbre y transición.
La práctica es esta: al final de cada día, toma unos minutos para reflexionar, haciéndote dos preguntas: ¿Por qué momento del día estoy más agradecido/a? Y, ¿por cuál estoy menos agradecido? O, ¿cuándo me sentí más vivo/a hoy? ¿Cuándo se sentí con menos energía? Ayuda escribir nuestra reflexión, unas pocas oraciones cada día para descubrir lo que se repite y que se puede revelar a nosotros con el tiempo.
Esta práctica, conocida como el examen, eleva nuestra comprensión de esos momentos que quizás nos hubiésemos perdido y que pueden ser a través de ellos que Dios nos habla. Lo que se espera aquí es que el deseo de Dios por nosotros es más grande que la vida, no menos. Debemos discernir que somos nosotros quienes debemos tomar el camino difícil y costoso, y que debemos equiparnos con una gran reserva que nos pueda sostener en tiempos difíciles.
Y si, por gracia, tenemos una experiencia de claridad instantánea y única, nos daremos cuenta de que, en realidad, Dios nos ha estado preparando para este momento por un tiempo. Estaremos listos, como aquellos primeros discípulos, para decir que sí.
1Howard Thurman, Commencement Address at Spelman College, 4 de mayo, 1980.
2Dennis, Sheila y Matthew Linn, Sleeping with Bread: Holding What Gives You Life (Mahwah, NY: Paulist Press, 1995).