Tomando el siguiente paso en la fe: Sermón para la Convención de la Diócesis de Washington 2023

by | Jan 28, 2023

Después de esto, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca, para que cruzaran el lago antes que él y llegaran al otro lado mientras él despedía a la gente. Cuando la hubo despedido, Jesús subió a un cerro, para orar a solas. Al llegar la noche, estaba allí él solo, mientras la barca ya iba bastante lejos de tierra firme. Las olas azotaban la barca, porque tenían el viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua. Cuando los discípulos lo vieron andar sobre el agua, se asustaron, y gritaron llenos de miedo: —¡Es un fantasma! Pero Jesús les habló, diciéndoles: —¡Calma! ¡Soy yo: no tengan miedo! Entonces Pedro le respondió: —Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti sobre el agua. —Ven —dijo Jesús. Pedro entonces bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Jesús. 30 Pero al notar la fuerza del viento, tuvo miedo; y como comenzaba a hundirse, gritó: —¡Sálvame, Señor! Al momento, Jesús lo tomó de la mano y le dijo: —¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudaste? En cuanto subieron a la barca, se calmó el viento. 33 Entonces los que estaban en la barca se pusieron de rodillas delante de Jesús, y le dijeron: —¡En verdad tú eres el Hijo de Dios!
Mateo 14:22-33

El tema de esta Convención, y de hecho para todo el año 2023, es Tomando el siguiente paso en la fe. Es una imagen que evoca el acto físico de movernos hacia un destino. Pero como saben quienes no pueden caminar físicamente, no todo paso fiel es hecho con nuestros pies. Tomamos pasos en la fe con nuestros corazones y nuestras mentes, en nuestras relaciones y compromisos. Algunas veces tomar el siguiente paso en la fe no incluye movimiento en lo absoluto. Otras veces, necesita mirar hacia atrás antes de ir hacia adelante, o dar la vuelta para ir en otra dirección.

Tomar el siguiente paso en la fe incluye hacer un balance de dónde estamos. Aunque das un paso por ti mismo/a, y por la comunidad o ministerio que representas, el mismo será único y específico para ti. Es cierto que tenemos desafíos y oportunidades en común, pero también un llamado singular como cristianos para saber, amar y seguir a Cristo. Pero cómo se vive ese llamado y qué paso estás llamado a dar depende de tu función y contexto particular.

Por ejemplo, en la excelente historia que hemos oído de Jesús invitando a Pedro a salir del bote y caminar sobre el agua, vale la pena notar que Jesús no llamó a todos los discípulos a sumarse. Como escuché a un predicar aconsejar a su congregación: “Si Jesús no te está llamando a ti a caminar sobre el agua, mejor que te quedes en el bote”.

La imagen de Pedro caminando sobre el agua es un símbolo de estos tiempos cuando lo que está ante nosotros no es ni siguiera un paso, sino un salto en la fe, como esos momentos cruciales cuando sabemos lo que se espera de nosotros, por la vida o por el mismo Jesús. A veces lo que se espera de nosotros no lo hemos hecho antes o parece imposible, o, quizás, es demasiado difícil. Cuando nos lanzamos al agua, sabemos que nuestras capacidades están al límite, así como nuestra habilidad para controlar los resultados. No nos debe sorprender que nos undamos una o dos veces.

Mirando atrás en tu vida, y ciertamiento en los últimos años, sospecho que ustedes han tenido al menos una experiencia de caminar sobre el agua, y quizás más de una. Y quizás más de una vez han estado en la posición de los otros discípulos, mirando desde un lugar de seguridad como tus seres queridos son llamados a lanzarse a caminar sobre el agua ellos solos. No importa cuánto quisieron ir también, pero no pudieron.

Si puedes, trae a tu mente uno de esos momentos. Reconoce la valentía de tomar tal paso en la fe que se esperaba de ti, o cómo te sentiste mirar a otra persona aventurarse. ¿Qué aprendiste sobre ti mismo/a como resultado de tu experiencia y cómo Dios actuó en tu vida?

Existe otra forma menos dramática pero a la vez menos valiente en que podemos experimentar el llamado a tomar el siguiente paso en la fe. Me refiero a esos momentos en que Jesús no están parado frente a nosotros con sus brazos abiertos para sostenernos; quizás cuando hemos comenzado un camino que parecía prometedor a primera vista, pero que no es tan claro ahora, y nos preguntamos si hemos cometido un error. Es una de esas situaciones en que hemos encontrado obstáculos que han consumido nuestras energías a tal punto que nos sentimos estancados y perdidos en el rumbo.

Existen momentos en que una visión a largo plazo se nubla. Como describió el autor E. L. Doctorow sobre el proceso de la escritura: “Es como manejar un carro en la noche”. Su consejo a otro escritor fue continuar manejando. “Tú solo ves lo que iluminan las luces del frente, pero puedes hacer todo el viaje de esa forma”.1

Una historia bíblica que habla sobre tomar el siguiente paso en la fe en la oscuridad es cuando Moisés y el pueblo de Israel caminaban por el desierto hacia la tierra prometida. El inicio del viaje no podía ser más dramático ni el llamado menos claro. Dios los había librado de la esclavitud al dividir las aguas del Mar Rojo para que ellos pudieran escapar, y Dios les pidió que viajaran por el desierto hacia la nueva vida de la promesa.

Pero el camino tomó más tiempo que lo anticipado. No fue un viaje fácil, y el camino no estaba claro. Más de una vez, el pueblo seriamente contempló la posibilidad de regresar. Y no todo el mundo sobrevivió el desierto. Algunas interpretaciones de esta irónica historia sugiere que la tarea de la generación del peregrinaje fue comenzar el viaje y no llegar al destino. Rompe el corazón pensarlo, pero para aquellos de nosotros en nuestros últimos años de nuestras vidas, la vocación se hace mucho más real.

Quiero detenerme aquí por un momento, porque aquellos de nosotros que tenemos sesenta años o más representamos la mayoría de este grupo, y en muchas de nuestras congregaciones somos los que tenemos más influencia, porque, francamente, estamos más presente y pagamos las cuentas. Pero cuando el camino hacia adelante es incierto, nuestra tentación natural es mirar atrás y aferrarnos a lo que tiene más sentido para nosotros. No hay nada malo en eso, excepto que el enfoque se hace en nosotros y nuestras preferencias, lo cual puede cegarnos a las necesidades de otros, particularmente de aquellos que esperamos que se unan a nuestras comunidades. Y entonces nos preguntamos por qué no vienen o no se quedan.

Para nostros, el siguiente paso en la fe es reconocer el duelo que cargamos, el sentimiento de que no estamos decepcionando a nuestros ancestros, o la preocupación de que lo que valoramos más se está perdiendo u olvidando, y de que incluso nosotros seremos olvidados. Es un miedo real, y lo escucho en toda la diócesis. En verdad, a veces yo misma lo siento también.

Casi cada vez que hablo sobre las prioridades de nuestra diócesis, según aparecen en nuestro plan estratégico, para invertir recursos en generaciones jóvenes para llegar a ser una iglesia atractiva para nuestros hijos y nietos, alguien da voz a lo que nosotros, los que tenemos sesenta años o más, sentimos: “No se olviden de nosotros, los ancianos”, o “no queremos perder la identidad de nuestra iglesia”, lo cual es otra manera de decir: “No queremos perder nuestra identidad”. El trabajo de crear el tipo de iglesias a las que nuestros hijos y nietos querrán asistir, depende de que nosotros, las personas mayores, demos de nosotros mismos y de nuestros recursos de forma que preserve la mejor de nuestras tradiciones, pero que a la vez permita a aquellos que vienen después de nosotros decirnos lo que necesitan, lo que les calienta el corazón e inspira sus almas.

No es que todo lo que una generación valora como importante sea inservible para la que viene detrás. Mi hijo músico, ahora en sus treintas, prefiere escuchar los discos de vinilo, aún cuando el produce música con equipos de alta tecnología. Él intercambió su guitarra, que fue construida hace cinco años, por una confeccionada en 1940. Él la usó en el funeral de su abuelo hace dos semanas, y la amplificó con tecnología que no existía fue la guitarrá fue hecha.

Las prácticas de oración contemplativa que datan del tiempo de los monjes en el siglo 4, continúan alimentando el alma moderna, tal como se refleja en el número de aplicaciones que puedes descargar en tu teléfono y que te ayudan a vivir esas prácticas. Los himnos antiguos encuentran nuevas versiones y pueden tener un lugar entre otras expresiones musicales. Las catedrales como esta, y la belleza de todos nuestros edificios construidos por generaciones previas, todavía nos atraen, pero en ellos han habido actualizaciones, renovaciones de la carpintería, y los closets han sido limpiados desde los años 70s.

Déjenme regresar ahora a la imagen de tomar el siguiente paso en la fe cuando no podemos mirar hacia adelante porque, desde la perspectiva espiritual, es eso lo que generalmente vivimos. Los momentos de gran drama son relativamente raros comparados con los largos períodos de tiempo intentando entender en la oscuridad lo que no sabemos. Eso es especialmente cierto después de una experiencia de trauma, cuando estamos cansados, cuando nos sentimos estancados o cuando enfrentamos realidades que parecen imposibles de vivir. Es entonces cuando al tomar un pequeño paso en la fe, y luego otro, puede hacer una gran diferencia, incluso cuando sintamos que no estamos progresando en lo absoluto. Como he estado diciendo, me pregunto si un ejemplo como este de tomar el siguiente paso en la fe ha venido a tu mente, ya sea que te haya pasado a ti o a tu comunidad.

El reconocido psicólogo Carl Jung, quien estuvo conectado profundamente con las dimensiones espirituales de la vida, mantuvo una vívida correspondencia con personas en todo el mundo. Las personas le escribían pidiéndole todo tipo de consejos. Dos cartas, y sus respuestas, hablan sobre esta idea de los próximos pasos en la fe.

La primera carta fue escrita por una mujer que quería saber, en sentido general, cómo vivir su vida de la mejor manera. Jung le respondió con estas palabras:

Tus preguntas no pueden ser respondidas porque tú quieres saber cómo uno debe vivir… No hay una manera único… La manera en que tú lo haces, y que no sabes con antelación, llega a hacerse realidad cuando pones un pie en frente a otro… si das el próximo paso necesario con convicción, siempre estarás haciendo algo significativo según tu destino.2

¿Cuál es ahora la próxima y más necesaria cosa para ti y la comunidad que tú representas? Esta es una pregunta importante para todos nosotros, y a veces nos puede ayudar a mantenernos caminando cuando nuestra visión a largo plazo no es clara.

Otro hombre le escribió a Jung sobre cómo había hecho cosas de las que se arrepentía y estaba desesperado buscando una guía sobre cómo enmendar su error. A él le escribió Jung:

Nadie puede enmendar con unas pocas palabras una vida mal vivida. Pero no hay cima que no puedas subir al enmendar tus esfuerzos en el lugar correcto. Cuando alguien ese un desastre como tú lo eres, uno no tiene el derecho de preocuparse de la idiotez de la psicología propia. Solo debe tomar el siguiente paso con diligencia y devoción y ganarse la voluntad de los demás. En cada cosa pequeña que haces de esta manera te encontrarás a ti mismo. [Todo el mundo tiene] que hacerlo con dificultad, y siempre con el siguiente paso, el más pequeño, el más difícil.3

Yo encuentro el consejo de Jung increíblemente útil cuando he hecho algo malo, lo cual ha sucedido en mi episcopado; o cuando me he dando cuenta de que mis intenciones de hacer el bien fueron experimentadas con dolor por alguien. No ayudar justificar mis acciones o dar excusas. Simplemente yo debo hacer lo que pueda hacer para enmendar y restituir, paso a paso. Quienes transitan el camino de la recuperación y de los Doce Pasos saben esto muy bien.

Esta es como yo asumo las cosas, como su obispa, mientras enfrentamos la complicidad histórica contemporánea del racismo sistémico. Es un largo camino de reparación – enmendar el daño hecho paso a paso. Algunos de ustedes pueden estar aprendiendo a enmendar los daños hechos, un paso en la fe tras otro, y tu congregación aún no se han involucrado que el tema de las reparaciones incluye. Todo lo que puedo decir es que estos asuntos son reales, profundos y quienes se benefician de la supremacía blanca en nuestra sociedad no podrán decir por mucho tiempo que son ignorantes o inocentes.

En este y en todos los aspectos de nuestra vida en comunidad, y para nuestra diócesis, Jesús nos llamará a veces a tomar pasos valientes y caminar sobre el agua. Pero otros días, y en muchas ocasiones, el siguiente paso en la fe para nosotros es humilde, porque estamos en un valle, no en una montaña, y estamos caminando más por fe que por vista. Por supuesto que nos cansaremos. Seríamos de piedra si no nos sentiremos sin ánimo. El duelo es real. Pero he aquí la paradoja de la fe, cuando aceptamos el duelo y las dificultades de la vida, se aumenta nuestra capacidad para experimentar el gozo. Como Jesús nos dijo, el camino de la cruz es el camino de la vida.

Quienes planificaron esta Convención han trabajado duro para mostrar las señales de esperanza y bondad en nuestra diócesis, para que podamos saborear y celebrar, y para animarnos mientras caminamos juntos. Les recordaremos de los recursos disponibles mientras toman el siguiente paso en la fe en tu contexto, y algunos de los pasos en la fe para nuestra diócesis son humildes y apremiantes. Unos pocos serán como caminar por sobre las aguas.

Que podamos estar abiertos al Espíritu de Dios que se mueve entre nosotros, dándonos consuelo, fortaleza y valentía para tomar el siguiente paso en la fe, y que podamos confiar que Quien ha comenzado la buena otra en nosotros la llevará a cabo hasta su cumplimiento. Amén.

1https://www.trolleyjournal.com/doctorow-kennedy
2Citado por Maria Papova en The Marginalian, reflexiones y citas compartidas semanalmente
3Citado de nuevo en The Marginalian