Prácticas de Fe: Cuando Llega la Muerte

by | Mar 23, 2023

Bendito seas cuando la conmoción disminuya.
Cuando vagamente veas aparecer una línea
que divide el antes y el después.1

Cientos de personas se reunieron el sábado 18 de marzo para celebrar la vida del Reverendísimo Frank Griswold, quien fue Obispo Presidente de la Iglesia Episcopal entre 1997 y 2006. En su sermón, el Obispo Presidente Michael Curry describió a Griswold como “un ser contemplativo y valiente que ayudó a la Iglesia a atravesar tiempos difíciles. . . Cuando no estábamos seguros de si la antigua iglesia navegaría, como Jesús en la barca en el turbulento Mar de Galilea, Frank nos enseñó a mantener la calma en medio de la tormenta.”

Tengo en mi escritorio un archivo de sermones y discursos, y entre ellos está el texto de un discurso de graduación que Griswold dio en el Seminario Teológico de Virginia, en mayo del 2004. He releído sus palabras decenas de veces, en los momentos más difíciles.

En su discurso, él comenzó felicitando a los graduados por sus logros. Tenían todos los motivos, les dijo, para salir definitivamente del seminario con un sentimiento de orgullo por su aprendizaje y sus habilidades; pero les advirtió que su aprendizaje futuro más importante tendría lugar en aquellos momentos y lugares en los que sus competencias fallaran.

“Habrá momentos en tu ministerio”, dijo, “en que las cosas irán increíblemente bien. Entonces ocurrirá algo que te sacará de tus casillas, y te encontrarás confundido. Sin embargo, cuando recuerdes lo que te pareció tan devastador en ese momento, te darás cuenta de que en realidad era el Espíritu quien te abría a algo nuevo, o te empujaba en una nueva dirección.” Espero que cuando tengan estas experiencias, que seguramente las tendrán, recuerden estas palabras de nuestro Obispo Presidente, que no es ajeno a lo que dice.

“He aprendido”, continuó, “que confiar en mi propia competencia es muy peligroso… No es que no debamos esforzarnos por ser líderes capaces y hábiles. Pero más allá de todas nuestras competencias hay un poder que procede del Espíritu del Cristo resucitado. Y sólo en los momentos de impotencia e incertidumbre descubrimos cuán cierto es”.

“Estar abierto a los caprichos del Espíritu es terriblemente importante”, dijo. “Aquí pienso en una frase que utilizo a menudo en el contexto de la dirección espiritual, cuando de repente suceden cosas extravagantes e inoportunas en la vida de una persona que parecen incoherentes con los caminos de Dios. La frase es del libro del Eclesiastés: ‘¿Quién podrá enderezar lo que Dios torció’?”.

“Sabiendo la inevitabilidad del cambio y que el Espíritu bien puede llevarte donde no habías imaginado que podrías ir”, preguntó, “¿qué debes hacer?”. “La respuesta”, dijo, “es bastante sencilla, al menos en su articulación. Estar arraigado y cimentado en tu propia relación con Cristo”.<sup>2</sup>

A continuación, describió lo que significaba ser una persona de oración, no en términos de cuántas horas uno pasa en meditación o en la iglesia, sino más bien en vivir la propia vida con un corazón humilde. “Ser una persona de oración”, dijo, “significa estar disponible de una manera profunda e indefensa al movimiento del Espíritu. No se trata tanto de las palabras que pronunciamos. La oración es nuestra disponibilidad a lo que el Espíritu está tramando en lo más profundo de nosotros.”

Entonces, casi al final de su discurso, Griswold dijo algo casi de pasada que me ha perseguido desde que lo leí por primera vez: “No puedes proclamar la resurrección a menos que la hayas vivido, y no puedes vivir la resurrección a menos que hayas muerto. El misterio de la muerte y la resurrección está en el corazón y el centro del compañerismo con Cristo”.2

A este lado de la tumba, ¿qué significa morir?

Yo no utilizaría la palabra muerte para describir esas percepciones sorprendentes que nos llegan a través de la decepción y la incapacidad. Una experiencia de muerte es una pérdida más profunda, que aunque sobrevivamos nunca podremos agradecer, independientemente de la vida que le siga. En la muerte, la pérdida es demasiado grande y la herida demasiado profunda para cicatrizar por completo. Incluso si conseguimos volver a caminar, la cojera permanece como un recuerdo de lo que una vez fue.

A medida que nos acercamos al final de la Cuaresma, en la iglesia escuchamos historias de muertos que vuelven a la vida: los huesos secos de Israel y Lázaro sacado de la tumba. No se trata de experiencias cercanas a la muerte, sino de una muerte real e innegable, de esas que marcan un antes y un después en la arena. Tampoco son historias con final feliz, porque morir no es algo que se supera. La muerte es algo por lo que pasamos. No se la desearíamos a nadie, pero cuando estamos al otro lado, lo sabemos. Porque, como Lázaro, hemos sido convocados desde la tumba a una nueva vida.

Si tú o un ser querido está pasando por un momento así ahora, que la gracia de Dios lo sostenga y lo apoye. Si no es así, que estos días sean ocasiones de compasión y amor activo por los demás y la seguridad de que cuando llegue tu momento, Jesús estará allí para ayudarte a salir adelante.

1Kate Bowler, Bless the Lives We Actually Have (Nueva York: Convergent Books, 2023), 86.
2Frank T. Griswold, “The 2004 Commencement Address”, en The Virginia Seminary Journal, septiembre de 2004, pp. 12-18.